jueves, junio 18, 2009

Experimento de Miller y Urey

El experimento de Miller-Urey representa la primera demostración de que se pueden formar espontáneamente moléculas orgánicas a partir de sustancias inorgánicas simples en condiciones ambientales adecuadas.

En 1953 Stanley L. Miller (1930-2007), un estudiante de doctorado de la Universidad de Chicago propuso a su director Harold Urey, realizar un experimento para contrastar la hipótesis de Aleksandr Oparin y J. B. S. Haldane según la cual en las condiciones de la Tierra primitiva se habían producido reacciones químicas que condujeron a la formación de compuestos orgánicos a partir de inorgánicos, que posteriormente originaron las primeras formas de vida. Urey pensaba que los resultados no serían concluyentes pero finalmente aceptó la propuesta de Miller. Diseñaron un aparato en el que simularon algunas condiciones de la atmósfera de la Tierra primitiva. El experimento consistió, básicamente, en someter una mezcla de metano, amoníaco, hidrógeno y agua a descargas eléctricas de 60.000 voltios. Este experimento dio como resultado la formación de una serie de moléculas orgánicas, entre la que destacan ácido acético, ADP-Glucosa, y los aminoácidos glicina, alanina, ácido glutámico y ácido aspártico, usados por las células como los pilares básicos para sintetizar sus proteínas. Este experimento fue clave para comprobar la Teoría del caldo primordial para el origen de la vida.

Esquema del experimento

En el aparato se introdujo la mezcla gaseosa, el agua se mantenía en ebullición y posteriormente se realizaba la condensación; las sustancias se mantenían a través del aparato mientras dos electrodos producían descargas eléctricas continuas en otro recipiente.

Después que la mezcla había circulado a través del aparato, por medio de una llave se extraían muestras para analizarlas. En éstas se encontraron, como se ha mencionado, varios aminoácidos, un carbohidrato y algunos otros compuestos orgánicos.

El experimento realizado por Miller y Urey indicó que la síntesis de compuestos orgánicos, como los aminoácidos, fue fácil en la Tierra primitiva. Otros investigadores –siguiendo este procedimiento y variando el tipo y las cantidades de las sustancias que reaccionan- han producido algunos componentes simples de los ácidos nucleicos y hasta ATP.

Esta experiencia abrió una nueva rama de la biología, la exobiología. Desde entonces, los nuevos conocimientos sobre el ADN y el ARN, el descubrimiento de condiciones prebióticas en otros planetas y el anuncio de posibles fósiles bacterianos encontrados en meteoritos provenientes de Marte, han renovado la cuestión del origen de la vida.

jueves, junio 04, 2009

El cambio terapéutico.

Sea cual fuere la escuela del terapeuta, la definición del cambio exitoso implicará que el paciente deje de lado la metáfora del corazón. Algunos terapeutas no le dirán digitalmente al paciente que a su corazón no le pasa nada, pero el modo de su trato con él sobre el problema metacomunicará que su corazón está bien. Es importante señalar que este tipo de encuadre pondrá de manifiesto que, aunque el terapeuta hable del temor del paciente como si se refiriera a un problema cardíaco real, en realidad está claro que es un conflicto sólo psicológico.

Para este tipo de síntoma analógico hay dos enfoques que, si son bien usados, suelen ser exitosos. El primero considera el síntoma como un problema personal del paciente. El segundo, como un problema interpersonal.

El primer enfoque es una intervención paradójica, que consiste en que el terapeuta considere la metáfora del corazón en sentido literal, es decir, que lo considere como si en realidad se tratara de un riesgo cardíaco. Son exponentes de este enfoque Victor Frankl y Stampfl. La técnica consiste en decirle al paciente no sólo que morirá del corazón, sino que debe caer muerto ahí mismo. Usado de modo inadecuado, este enfoque convence al paciente de no ir más a semejante tratamiento; bien usado lleva a la desaparición del síntoma. Para su utilización correcta es fundamental que se haya establecido una relación de confianza con el paciente, en donde el terapeuta está de parte del individuo y desea ayudarlo. Primero se le comunica al sujeto que su corazón funciona bien. Luego, se le pide que caiga muerto allí mismo, fulminado por un ataque cardíaco. Aquí la analogía se toma en sentido literal; como su corazón fallará, debe hacerlo ahora mismo. El paciente recibe la comunicación del paciente no como metáfora sobre otra cosa, sino como formulación digital sobre su corazón. Son necesarios los dos pasos: decirle que su corazón funciona bien, y pedirle que caiga muerto ya mismo. Cuando el procedimiento tiene éxito, el sujeto abandona la analogía del corazón, con frecuencia riendo de algún aspecto del proceso. Esto debe repetirse cada vez que surja un temor respecto del corazón. Aunque este enfoque suprime el síntoma, no toma en cuenta los cambios que la desaparición de este generarán en la homeostasis familiar. Probablemente la esposa y otros tendrán al menos una inquietud temporal; incluso puede desatarse un efecto “mariposa” que culmine en el divorcio de la pareja. No se puede cambiar este tipo de comunicación sin alterar el ambiente del sujeto, con frecuencia de modo imprevisible.