domingo, octubre 22, 2006

Juana Barraza Samperio



Dedicada también en algunas ocasiones a la lucha libre (bajo el seudónimo de 'La Dama Silenciosa') o a la venta de rosetas de maíz afuera de la arena de lucha, llegó a cometer homicidios dentro del área metropolitana de la Ciudad de México desde fines de los años 90 del siglo XX hasta principios del año 2006.

Esta asesina en serie se ha transformado en uno de los casos más interesantes dentro de la historia criminal de México, ya que durante muchos años se mantuvo la comisión de sus crímenes sin ser capturada, y por la semejanza de su modus operandi con el de famosos asesinos en serie de otros países, como El Monstruo de Montmartre.

El primer asesinato atribuido a la mataviejitas fue cometido a fines de los años 90 aún cuando la serie de asesinatos comenzó presuntamente el 17 de noviembre de 2003. Se ha estimado el número total de las víctimas mortales entre 24 y 48.

Todas la víctimas de la asesina eran mujeres adultas mayores, quienes en su mayoría vivían solas. Las muertes eran provocadas por golpes o estrangulación, con robos materiales a las víctimas inmediatamente después de ser asesinadas. En casos aislados, se encontró evidencia de abuso sexual en las víctimas.

En el transcurso de las actividades criminales de la mataviejitas, las autoridades policiacas fueron duramente criticadas por los medios de comunicación puesto que, todavía a finales del 2005, asumían un "sensacionalismo mediático" respecto a un asesino en serie. Así mismo, se criticó el hecho de que el asesino era buscado, tal vez inútilmente, entre las prostitutas y/o travestís de la Ciudad de México. De hecho, durante la cacería de la asesina, Bernardo Bátiz, entonces Procurador de Justicia de la Ciudad de México, había indicado que 'el Mataviejitas' era 'brillantemente listo' (creyéndose hasta ese momento de que se trataba de un hombre y no de una mujer) que cometía sus crímenes después de un corto período durante el cual se ganaba la confianza de sus víctimas. Los oficiales que investigaban el modus operandi del asesino sospecharon que el o la 'mataviejitas' se presentaba ante sus víctimas como trabajador del gobierno, ofreciendo programas de beneficencia para personas de la tercera edad.

La búsqueda de la asesina fue complicada debido al cúmulo de evidencias contradictorias. En un punto de la investigación, la policía conjeturó que eran dos asesinos los que podrían estar implicados. También se puso singular atención en la extraña coincidencia de que por lo menos tres de las víctimas del asesino poseían una copia de una pintura del siglo XVIII, Niño en Chaleco Rojo, del artista francés Jean-Baptiste Greuze. Interesantemente, antes de la captura de la presunta asesina, las autoridades mexicanas divulgaban declaraciones de testigos que señalaban que el asesino usaba ropa de mujer para acceder a los apartamentos de las víctimas. En uno de los casos, uno de los testigos observó a una “mujer grande con una blusa roja” salir del hogar de una de las mujeres asesinadas. Ello fue interesante para los criminólogos, puesto que había grandes paralelos entre la mataviejitas y el monstruo de Montmartre. Bajo ese contexto, se atribuyó al asesino (presumiblemente varón) la posibilidad de una doble personalidad. Otra observación interesante hecha por los investigadores fue la extraña coincidencia de que algunas de las víctimas de la asesina en serie eran de origen español.

El mayor avance en el caso ocurrió el 25 de enero de 2006 cuando se arrestó a una persona sospechosa huyendo del hogar de la última de las víctimas atribuidas a la asesina. La víctima, Ana María Reyes Alfaro, de 82 años de edad, residente de la delegación Venustiano Carranza de la ciudad de México, había sido estrangulada con un estetoscopio.

Para sorpresa de muchos, que habían supuesto que el asesino era de sexo masculino, la persona detenida fue Juana Barraza Samperio, entonces de 48 años. En pruebas preliminares, Barraza se asemejaba bastante a un modelo de arcilla que describía las características faciales del asesino: Persona de cabello tupido, teñido de color rubio y rostro de facciones duras. Al ser detenida portaba un estetoscopio, formas de solicitud de pensión para adultos mayores y una tarjeta que la identificaba como trabajadora social. Preliminarmente, la policía de la Ciudad de México aseguró que las huellas digitales de Barraza habían sido encontradas en la escena de por lo menos 10 asesinatos.

Se dice que, al momento de ser capturada, la presunta asesina confesó haber asesinado a Reyes Alfaro y a otras tres mujeres, pero negó estar implicada en el resto de los asesinatos. Ella comentó a los reporteros que había visitado la casa de Reyes Alfaro en búsqueda de trabajo como lavandera. "Ustedes sabrán por qué lo hice cuando lo lean de mi declaración policial" agregó finalmente Barraza.