viernes, junio 30, 2006

Britneys Spears en Harper`s Bazaar

Si, yo tambien fui uno de los cojudos que se lo creyo, cuando leyò "salio desnuda".

Me mate buscando y solo encontre esto:
!






¿Alguien sabe que chucha es esta huevada?


Si, si, esta hecha una chica cerdaña. Pero igual le hago.

miércoles, junio 28, 2006

Pedro Alonso López, "El Monstruo de los Andes"

El colombiano Pedro Alonso López (nacido en Tolmia en 1949) fue expulsado de su hogar al ser sorprendido por su madre, una prostituta que engendró 13 hijos, mientras mantenía relaciones sexuales con una de sus hermanas. El era el séptimo hijo. Tenía entonces 8 años de edad y se lanzó a los caminos. Tardó más de un año en llegar a Bogotá, desamparado y famélico (comía lo que podía rescatar de los tachos de basura), sin saber a quién acudir. Un hombre de edad le ofreció casa y comida, pero aquello no fue otra cosa que una perversa treta para violarlo. Muy duramente iniciaba el aprendizaje de la vida, que no le ahorraría dolores y humillaciones y despertaría en él una inextinguible sed de venganza. La funesta experiencia le hizo temer a los adultos y anidar un sentimiento de desprotección que se acentuó a los 12 años, cuando acudió a una escuela para estudiar y el maestro también intentó violarlo.


Desconfió de todo y de todos. Solitario, se hizo ratero; ninguna ocupación fija podría despejar las dudas y temores que la más simple convivencia despertaba en él. Por cierto, de vez en cuando solía suceder que la policía le ponía la mano encima y antes de entregarlo al Tribunal de Menores agregaba nuevas humillaciones y palizas que crecían en violencia junto con su cuerpo. A los 18 años de edad recibió la más concluyente prueba de la irracionalidad de ciertas decisiones de la Justicia. Fue arrestado y condenado a siete años de prisión por robar un automóvil. En la cárcel compartió celda con otros cuatro presos, que lo violaron reiteradamente en la primera noche de su reclusión. Esa noche se graduó en venganza. Ya no era niño para llorar en soledad sus penas y sus miedos. Había aprendido otros códigos más eficaces. Sin exteriorizar rencor alguno, esperó la llegada de la hora de la venganza. No debió esperar demasiado. Robó un cuchillo de la cocina del penal y, de noche, mientras sus compañeros de celda dormían profundamente, los hundió en el sueño más profundo: degolló a los cuatro. La Justicia sumó otros dos años a la condena que estaba sirviendo.


Pedro Alonso López pensó que, definitivamente, algo no funcionaba bien en la sociedad o que él había vivido equivocado acerca de la escala de valores: siete años por robar un automóvil, dos años por asesinar a cuatro hombres... Quizá, después de todo, la vida humana valiese menos que la mayoría de los bienes materiales de la vida. Siempre se aprende algo nuevo. En 1978 recobró su libertad y, abandonando Bogotá, se encaminó hacia los faldeos occidentales de la cordillera de los Andes. Las comunidades andinas, sumidas en un secular desamparo, ofrecían amplio campo para el objetivo fundamental de su vida: la venganza. Allí inició su serie sangrienta, que no tiene parangón en la historia del crimen en América latina (siempre que se mantenga al margen del recuento la dilatada falange de sus criminales políticos, como el dominicano Rafael Leónidas Trujillo, que en una sola campaña hizo asesinar a más de 10 mil haitianos indefensos).


Laceradas por la miseria, las comunidades aborígenes eran un campo excepcional apto para sus fines, porque los padres, agobiados y agotados por la necesidad de proveer al hogar del magro sustento diario, dejaban abandonados durante largas horas a sus hijos, que vagaban al azar. Además, moviéndose por las regiones fronterizas de Colombia, Perú y Ecuador, López haría más difícil la tarea de las fuerzas policiales; no se equivocó. Quienquiera tuviese alguna capacidad de persuasión podía cautivar a una pequeña y llevarla consigo; difícilmente alguien advirtiese algo anormal en la conducta de un adulto que se alejaba llevando de la mano a una criatura. En regiones azotadas por la miseria, bastaba a Pedro Alonso López, hombre de modales suaves, la promesa de un dulce, un juguete o una gaseosa para vencer la desconfianza.


Inició en Colombia su terrible ajuste de cuentas, en las aldeas aborígenes que trepaban los faldeos de la cordillera. Increíblemente, las desapariciones de las menores no suscitaba demasiada inquietud entre los aldeanos, pues era habitual que los chicos semiabandonados huyeran de sus hogares y se marcharan a las ciudades impulsados por la ilusión de una vida menos dura. Solía suceder que algunas comunidades se movilizaran ante la falta de alguna niña, pero él siempre conseguía eludir sospechas. Se sabe que al menos en una oportunidad Pedro Alonso fue capturado en Perú, adonde se había trasladado para escapar de la acción de la Policía de su patria, movilizada por las inexplicables desapariciones de decenas de niñas. Los indios peruanos lo torturaron durante varias horas porque lo sorprendieron cuando intentaba secuestrar a una niña de 9 años. La intervención de un misionero protestante le salvó de ser quemado vivo. Fue entregado a la Policía que, sin someterlo a interrogatorio, lo deportó a Ecuador; al fin de cuentas, se trataba de denuncias de indígenas...


Ecuador fue, pues, la tercera etapa de su camino de venganza. Obraba siempre con la misma metodología: suaves maneras persuasivas, promesas de dulces y juguetes, el traslado de la menor a algún paraje desolado, la violación, el asesinato y el entierro del cadáver. Sólo mataba de día, porque, como confesó al ser definitivamente capturado, le producía el máximo placer sexual contemplar cómo la llama de la vida se apagaba lentamente en los ojos de sus pequeñas víctimas mientras eran estranguladas. La serie sangrante en Ecuador concluyó abruptamente en abril de 1980, cuando una inundación barrió los suelos de la periferia de Ambato y dejó al descubierto varios cadáveres. Apenas unos días más tarde, su intento de secuestrar a otra criatura fue frustrado por los gritos de auxilio proferidos por una hermanita de la inminente víctima. Pedro Alonso López fue capturado por algunos lugareños y entregado a la Policía, que vinculó el fallido secuestro con el hallazgo de los cadáveres en Ambato.


López mantuvo un inquebrantable mutismo en los interrogatorios, hasta que un sagaz detective ideó la forma de hacerlo hablar. Convencieron al sacerdote Córdoba Gudiño para que cambiase su hábito por humildes vestimentas de paisano y lo encerraron en la misma celda que el presunto asesino serial. Un solo día de diálogo bastó al religioso para ganar la confianza del colombiano apacible y ver abrirse las puertas del horror: con absoluta serenidad, Pedro Alonso López comenzó a narrarle algunos de los centenares de crímenes que había perpetrado en Colombia, Perú y Ecuador. No se trataba del vano alarde de un mitómano, porque lo confesó todo a los investigadores. Según sus recuentos, había asesinado a unas 110 niñas en Ecuador, un centenar en Colombia y más de 100 en Perú. Con alucinante alarde de insensibilidad, explicó que le gustaban más las pequeñas ecuatorianas, porque eran más inocentes, confiaban más en la palabra de los extraños. Como no era fácil para los policías creer en todo lo que les contaba, el asesino se ofreció a guiarlos hasta los lugares donde enterraba a sus víctimas: en una sola de las tumbas colectivas fueron encontrados los cadáveres de 53 niñas de entre 8 y 12 años de edad. Ya no hubo dudas. Más aún: según un alto funcionario del Sistema Penitenciario ecuatoriano, excederían de 400 los crímenes cometidos por el llamado “Monstruo de los Andes”. La Justicia de Ecuador como era de suponerse, lo dejo libre al poco tiempo. Y aun le aguardan juicios y sentencias seguramente similares en Perú y Colombia...


En un reportaje que en 1999 concedió en la cárcel al periodista estadounidense Ron Laytner, Pedro Alonso López dio detalles escalofriantes de su vesanía: “Me sentía satisfecho con un asesinato si lograba ver los ojos de la víctima. Había un momento divino cuando ponía mis manos alrededor del cuello de las niñas y observaba cómo se iba apagando la luz de sus ojos. El instante de la muerte es terriblemente excitante. Una niña necesita unos 15 minutos para morir”. Y proclamó orgullosamente: “Soy el hombre del siglo. Nadie podrá olvidarme”.

lunes, junio 26, 2006

Gilles de Rais


Gilles de Rais nació en el gélido otoño de 1404, en la Torre Negra del castillo de Champtocé, en Anjou (Francia). Sus padres fueron el noble Guy II de Laval y la dama Marie de Croan. Ambos provenían de los más rancios linajes franceses, poseyendo cada uno una gran fortuna que se incrementó tras su unión. En sus primeros años, él y su único hermano, René, apenas tuvieron contacto con sus padres. A decir verdad, debemos atribuir su crianza y educación a tutores e institutrices.


El pequeño Gilles se instruyó como otros infantes de su condición social en las lides de la escritura y la lectura, manejando muy pronto lenguas como latín y griego. La prematura muerte de sus padres dejó la tutela de los niños en manos de su abuelo materno, Jean de Craon, hombre de carácter enérgico y violento que influyó negativamente en el ánimo del primogénito Gilles. Éste llegó a decir años más tarde sobre él: "Me enseñó a beber, inculcándome desde muy niño a extraer placer de pequeñas crueldades. Nada más lejos de lo que otros hombres han pensado, sentido, imaginado o incluso hecho... Bajo su custodia aprendí a despegarme de los poderes terrenos y divinos, con lo que creí que era omnipotente".


El muchacho manifestó ya a una edad temprana una pericia desacostumbrada en todo lo que emprendía, dejando pronto atrás a sus maestros y confiando en su propia sed de conocimientos y en su capacidad para adquirirlos. Jean de Craon era demasiado viejo para llevar a cabo la tarea de disciplinar a su nieto mayor, cuyo temperamento le hacía tan indomable como egocéntrico. Manifestó también muy pronto un carácter rebelde, así como un deseo irresistible de imponer su voluntad sobre todos los que le rodeaban. En sus años de instrucción militar demostró ser un aventajado discípulo en lo concerniente a doctrina castrense y empleo de las armas, cualidades que desarrolló hasta la perfección cuando intervino, tiempo más tarde, en los combates contra los ingleses al servicio del delfín Carlos VII.


A los 14 años recibió, en su primera ceremonia oficial, una espléndida armadura blanca milanesa con la que se le concedía la distinción de caballero. Dos años más tarde, el aspecto físico que presentaba Gilles de Rais no podía ser mejor para un joven aristócrata de alta cuna. Superaba con creces los 1,80 metros, por los que se repartía un cuerpo perfectamente musculado y sano. Por su continuo entrenamiento militar era muy ancho de hombros, ágil de movimientos y poseía una elegancia natural. A todo esto añadía un aspecto agraciado debido a su morfología facial, donde predominaban dos inmensos y claros ojos azules escoltados por altos pómulos, muy típicos de la naturaleza bretona. El conjunto se completaba con un negro y ondulado cabello que acentuaba aún más su lustrosa tez aceitunada y sus rojizos labios carnosos.


Como vemos, el bello muchacho, dada su apariencia y fortuna incalculable, no iba a representar ningún problema a la hora de solicitar la mano de cualquier damisela perteneciente a las grandes casas francesas. Sin embargo, un hecho interfirió gravemente en esta pretendida y, por otra parte, lógica búsqueda; su evidente homosexualidad. A pesar de ello, se desposó con su prima Catherine de Thouars, en 1420, tras un abrupto secuestro de la joven y posterior boda clandestina. Años más tarde, en 1429, nacería Marie, el único fruto carnal del complejo aristócrata.


En 1424 le reconocieron la anhelada mayoría de edad. Estaba a punto de cumplir 20 años y lo primero que solicitó fue el dominio absoluto sobre el inmenso patrimonio que le pertenecía por derecho. Más tarde, entró al servicio militar de Carlos VII —delfín de Francia—, quien veía seriamente comprometida su aspiración al trono por la intervención de los ejércitos ingleses y borgoñeses en la guerra de los Cien Años.


Desde que comenzó a guerrear (tenía sólo 16 años) bajo la bandera de el duque Juan V de Bretaña hasta que entró al servicio personal del delfín Carlos, sus condiciones como combatiente mejoraron de forma sobresaliente. Durante sus primeras acciones de guerra —enmarcadas en los litigios que enfrentaron a las casas de Monfort y de Penthiévre—, Gilles demostró una inusual destreza con las armas, arremetiendo contra el enemigo en una ignorancia, consciente o no, de los peligros que se cernían sobre él.


De Rais luchaba con el valor propio de aquellos héroes que protagonizaron leyendas y romanceros populares. Sus compañeros aseguraban que un espíritu demoníaco le poseía cada vez que la sangre afloraba como consecuencia del combate. Quizá no les faltaba razón, pues la verdad es que el joven disfrutaba con la guerra, era como un juego para él: cabalgar a lomos de su caballo favorito, Noisette, desenvainar su espada y medirse al enemigo en singular duelo, nada mejor para un hombre de armas francés, educado para la guerra y preparado para morir si tal menester fuese necesario.


En 1429 la situación para la Francia leal a Carlos VII era ciertamente desesperada. En aquel tiempo surgió la figura de Juana de Arco, una modesta campesina que aseguraba ser guiada por voces sobrenaturales hacia la defensa y coronación del delfín galo en la catedral de Reims. La necesidad del momento provocó que nobleza y pueblo se aferraran a los vaticinios de la joven aldeana, y pronto el fervor se adueñó de aquellos escenarios cubiertos por la necesidad.


El barón de Laval recibió el encargo de escoltar y proteger a la doncella en su camino a Orleans, último bastión que permanecía fiel a los intereses de Carlos y que en esos meses se encontraba sitiado por tropas inglesas. Gilles supo, desde que la vio por primera vez, que ella sería el principal estímulo para su atormentada vida. Por eso, no dudó ni un instante en aceptar el mandato real poniendo a disposición de la iluminada cuanto material quisiese disponer para la campaña que estaba a punto de emprender. El ardoroso militar cambió su actitud, siempre agresiva, por otra bien distinta en aquellos días de febril actividad en la ciudad de Chinon. En diferentes ocasiones buscó el tiempo necesario para encontrarse con la doncella, dispuesto a sostener largas conversaciones que encendieron aún más su fe en ella y en la santa misión de la que era emisaria.


Años más tarde la recordaría con estas palabras: "Cuando la vi por primera vez parecía una llama blanca. Fue en Chinon, al atardecer, el 23 de febrero de 1429. Desde el principio fui su amigo, su campeón. En el momento en que entró en aquella sala un estigma maligno escapó de mi alma y, ante el escepticismo del delfín y la corte, yo persistí en creer en su misión divina. En presencia de ella y por ese breve lapso de tiempo, yo iba en compañía de Dios y mataba por Dios. Al sentir mi voluntad incorporada a la suya, mi inquietud desapareció", comentó.


Después del éxito en la liberación de Orleans y otras campañas, la doncella pudo cumplir su promesa de coronar a Carlos VII. Por su parte, Gilles recibió los honores de mariscal de Francia cuando ni siquiera había cumplido 25 años. Esta distinción le elevó por encima de sus iguales, convirtiéndole en el hombre más poderoso del momento. No obstante, la captura de la doncella a manos británicas y su ejecución en la hoguera ante la impasibilidad del monarca francés abocaron al flamante héroe a un abismo del que ni pudo ni quiso zafarse.


Tras la desaparición de la inmaculada pureza encarnada en aquella mujer a la que tanto había amado, no le quedaba nada por lo que luchar en esta Tierra, ni compromisos que asumir al servicio de nadie. El día en el que murió la doncella de Orleans también lo hizo el cuerpo carnal de Gilles de Rais, quien se transformó de orgulloso mariscal de Francia en el principal emisario de Satán en la Tierra. Aún le restaban nueve años de vida en los que enarboló la bandera negra del mal en toda suerte de crímenes y depravaciones horrendas.


En ese periodo se entregó a excéntricos mecenazgos artísticos, como una megalómana recreación teatral del sitio de Orleans, así como toda suerte de orgías, desenfrenos y prácticas alquímicas que intentaban recomponer sus, cada vez más depauperadas, arcas patrimoniales. Mientras, saciaba su sed psicópata con el asesinato de niños secuestrados en la región dominada por él. Se estima que entre 1431 y 1440 desaparecieron en aquella zona no menos de 1.000 niñas y niños, y a buen seguro el barón de Laval tuvo algo que ver en un alto porcentaje de las ausencias.


Finalmente, el escándalo alcanzó a todos los estratos sociales y la propia Iglesia decidió tomar cartas en el asunto, junto al poder civil, ordenando la detención del siniestro ogro. En octubre de 1440, después de un tumultuoso juicio, Gilles fue declarado culpable del asesinato de 140 niños, aunque se dijo que pudieron ser muchos más. El 26 de ese mes, tras haber pedido perdón a los padres de sus víctimas, fue ahorcado y quemado públicamente en un prado de la ciudad de Nantes.


De su tétrica confesión extraemos estas palabras: "Recuerdo que desde mi infancia los más grandes placeres me parecían terribles. Es decir, el Apocalipsis era lo único que me interesaba. Creí en el infierno antes de poder creer en el cielo. Uno se cansa y aburre de lo ordinario. Empecé matando porque estaba aburrido y continué haciéndolo porque me gustaba desahogar mis energías. La muerte se convirtió en mi divinidad, mi sagrada y absoluta belleza. He estado viviendo con la muerte desde que me di cuenta que podía respirar. Mi juego por excelencia es imaginarme muerto y roído por los gusanos".

sábado, junio 24, 2006

Harold Shipman (El Doctor Muerte)


Harold Frederick Shipman nació en Bestwood, condado de Nottingham el 14 de enero de 1946, fue criado en el seno de una familia de clase obrera y tuvo una infancia relativamente normal. Debido a la influencia de su madre, Vera, siempre mantuvo cierta distancia con la gente del barrio, de hecho, se dice que fue el preferido de su madre quien le veía como el más promisorio de sus hijos.


Su buen desempeño durante la educación básica le gana un sitio en la High Pavement Grammar School, en donde se convierte en un estudiante mas bien mediocre y solitario. En el verano de 1963, a los 17 años, pasa muchas horas junto a su madre quién está muriendo de cáncer pulmonar, una y otra vez atestigua como le es inyectada morfina para calmar los dolores provocados por la enfermedad.


De acuerdo a la hipótesis de Richard Badcock, siquiatra convocado por la juez Janet Smith, ese sentimiento de impotencia y vulnerabilidad habría desencadenado más tarde en Shipman la voluntad de tener el poder absoluto en relación al proceso de la vida y la muerte


A la muerte de su madre llevo una cinta negra alrededor del brazo durante varios días, pero nunca desahogo su pesar. Retoma con tesón implacable sus estudios y no obstante ser rechazado dos veces, a los 19 años comienza su carrera médica en la Universidad de Leeds.


Durante su primer año en Leeds conoce a Primrose Oxtoby, una decoradora de escaparates de 16 años de edad. Al cabo de algunos meses de relación ella queda embarazada y contraen matrimonio tres meses antes de que nazca su primera hija, Sarah. Mas adelante tendrían otros tres hijos.


En marzo de 1974 empezó a ejercer en un consultorio de Todmorden, Yorkshire. Era taciturno y reservado, pero parecía tener un conocimiento medico enciclopédico y derrochaba energía. Fue entonces cuando comenzó a sufrir desmayos. Shipman dijo que padecía epilepsia, pero la verdadera razón era que se había vuelto adicto a la un narcótico llamado petidina. Fue descubierto accidentalmente y fue despedido del consultorio pero el Consejo Medico General lo dejo seguir ejerciendo a condición de que lo supervisara un psiquiatra. Un juez lo multo con 600 libras.


En 1979, Shipman solicitó un puesto en el Centro Medico Donneybrook, en Hyde. Fue sincero respecto a su anterior adicción a la petidina y aseguro a quienes lo entrevistaron que había superado del todo sus problemas y pidió que confiaran en él. Pronto le reconocieron no solo como un buen medico sino quizá como el mejor de Hyde.


En 1992, 14 años después, Shipman toma por fin la decisión de instalar un consultorio propio. La separación no fue grata para sus socios de Donneybrook. Aprovechándose de una falla en su contrato abre el consultorio en Market Street, cerca del hospital, y se lleva consigo a sus 2,300 pacientes.


Con su barba cana y aires de indefenso intelectual, buen padre de familia y esposo ejemplar, Harold se ganaba la confianza de sus pacientes quienes le consideraban como un doctor amable, hogareño y cariñoso, siempre preocupado por su salud. Era un miembro respetado de la sociedad de Hyde, residencia principalmente de personas mayores y trabajadores que solo van allí a dormir. A nadie extrañaba que el buen doctor visitara en su domicilio a algunos de sus pacientes para ahorrarles el viaje hasta su consultorio.


El miércoles 24 de junio de 1998 una de estas visitas domiciliarias marcaría el inicio de una serie de sucesos que conmoverían a la opinión pública inglesa y de todo el mundo y llevarían a descubrir la otra cara del Dr. Shipman, la del "Doctor Muerte".


Aquella mañana a las ocho, Harold Shipman fue recibido por la Sra. Kathleen Grundy de 81 años en su domicilio de Joel 79, apenas a tres kilómetros del consultorio de éste en la calle Market. Nada extraño había en ello, Kathleen había sido su paciente durante los últimos 20 años. Tras auscultarla procedió a ponerle una inyección y unos minutos después el Dr. abandonaba la casa para ir a su consultorio. Ese mismo día, algunas horas más tarde, se recibiría en Hamilton Ward & Co., un bufete de abogados también de la calle Market, una carta con dirección de remitente de Kathleen Grundy .


Angela Woodruff, hija de Kathleen, abogada de un despacho de Warwickshire a 130 kilómetros de Hyde, no podía comprender como era que su madre había muerto, apenas algunas semanas antes había estado de visita con ella y se veía bien de salud y animosa. El Dr. Shipman trató de consolarla diciéndole que no había nada de extraño, muchas muertes por edad avanzada sucedían así, sin previo aviso, de hecho no sería necesaria una autopsia. La Sra. Grundy fue enterrada en el cementerio de Hyde el 1 de julio.


Dos semanas más tarde, Angela recibió una llamada telefónica de Hamilton Ward & Co. Le dijeron que habían recibido un testamento a nombre de la señora Kathleen Grundy, en la cual legaba la totalidad de sus bienes, valuados en 386 mil libras esterlinas, al doctor Harold Shipman. En el bufete estaban confundidos porque nunca habían representado legalmente a la anciana. Para Angela el desconcierto fue mayor, ya que ella había sido siempre la representante legal de su madre. Cuando le enviaron por fax una copia del testamente se llevo otra sorpresa. El texto era escueto y frío, escrito al descuido con una maquina defectuosa, lo cual habría escandalizado a la señora, que era muy meticulosa. Angela conocía bien la firma de su madre, y esa le pareció demasiado grande. Convencida de que el testamento era una burda falsificación, discutió el asunto con su esposo Phil, profesor de física en la universidad de Warwick, el cual se pregunto si alguien intentaba desacreditar al doctor Shipman.


Angela decidió hacer su propia investigación antes de hacer algo, se entrevistó con los testigos que validaban el documento y descubrió con sorpresa que ambos apuntaban al Dr. Shipman. Tras consultarlo con uno de sus socios, un hombre versado en derecho penal decidió acudir a la policía.


El jefe de investigadores Bernard Postles de 45 años, de la policía de Stalybridge, tomó conocimiento del caso, él y sus hombres descubrieron que no era la primera vez que el doctor Shipman estaba bajo sospecha.



Debbie Bambroffe quién trabajaba en la empresa funeraria de su familia también había reparado en algunas extrañas coincidencias sobre la muerte de algunos pacientes del Dr. Shipman y comentó sus sospechas con Susan Booth quién era socia del consultorio Brooke. En Inglaterra, antes de que se haga una cremación, un medico de otro consultorio debe examinar el cadáver y Brooke era quién normalmente avalaba las cremaciones solicitadas por Shipman.


En marzo de 1998, la doctora Linda Reynolds, una de las socias de Booth, fue a visitar al medico forense local John Pollard. Le contó la extraña sucesión de hechos del último año, y al final hizo hincapié en lo delicado de su situación. Pollard la comprendió y acudió a la policía de Manchester, pero pidió discreción absoluta. Entonces se abrió una investigación. Los agentes averiguaron que el doctor Shipman había firmado 19 certificados de defunción en los seis meses anteriores, mas tarde se enterarían de que la cifra real era 30, con todo, las autoridades de salud pública localizaron los registros médicos de solo 14 de las 19 defunciones, y contenían pocos datos sobre las circunstancias en que ocurrieron.


Postles examino una fotocopia del testamento de la señora Grundy y se percato de que en un recuadro se había indicado su voluntad de ser incinerada. Por suerte esta voluntad no había sido respetada y decidió exhumar el cadáver de la señora Grundy. A las dos de la mañana del sábado 1 de agosto fue exhumado el cadáver e inmediatamente enviado al servicio forense, la autopsia comenzó a las 8.30 de la mañana. Mientras tanto la policía se dedicó a averiguar cuanto fuera posible sobre Harold Shipman.


Hacia finales de agosto, Julie Evans, toxicóloga del laboratorio de Servicios Forenses de Chorley, Lancashire, comunicó a Postles que había encontrado en el cadáver de la Sra. Grundy niveles de morfina que indicaban una sobredosis. Shipman fue interrogado pero negó saber el porqué. El medico dijo que los detalles del caso estaban en su computadora, lo que no parecía saber era que la fecha y la hora exactas de sus anotaciones estaban registradas en el disco duro de su maquina. Y, mientras lo interrogaban, un grupo de especialistas de la policía estaba copiando ese disco. No tardaron en determinar que muchas de las anotaciones sobre la señora Grundy -hechas supuestamente durante las consultas en años anteriores- en realidad habían sido introducidas en la computadora el día de su muerte.


El 7 de septiembre de 1998, al acusar formalmente a Shipman por el asesinato de la Sra. Grundy y hacerse públicos los descubrimientos de la policía muchos familiares de pacientes fallecidos del Dr. Shipman comenzaron a mostrar sus dudas. Uno tras otro los casos fueron desgranándose y 11 exhumaciones y autopsias más las anotaciones falseadas en la computadora del Dr. fueron dibujando una imagen realmente terrorífica.


La sala Uno del Tribunal de Preston fue testigo, a partir del 5 de octubre de 1999, del juicio de Shipman. En total enfrentaba 15 cargos por homicidio y uno por falsificar el testamento de la señora Kathleen Grundy.


En su mayor parte, el testimonio de Shipman fue cuidadoso, jamás aceptó haber cometido los crímenes. Tras siete días de escuchar al fiscal presentar pruebas y oír el testimonio de mas de 120 testigos, el jurado aun tardo una semana en llegar al veredicto. El 31 de enero de 2000 declararon al acusado culpable de los 15 cargos de homicidio y de la falsificación del testamento.


El juez Forbes no escatimo palabras al dirigirse a él. "Usted asesino a todas y cada una de sus víctimas pervirtiendo sus habilidades medicas de manera calculada y a sangre fría -le dijo-. Casi tengo la certeza de que cada una de esas mujeres le sonrió y expreso su agradecimiento mientras las sometía a sus mortales tratamientos. No hay adjetivos para calificar la maldad de todo lo que usted a hecho".


La Universidad de Leicester ha hecho público un minucioso informe que ahonda en los historiales clínicos tratados por Harold Shipman en su carrera como facultativo y su conclusión es escalofriante: probablemente más de 297 de sus pacientes no murieron por causas naturales. Los investigadores, médicos y jueces que han tomado parte del caso del "Dr. Muerte" han descartado la eutanasia o el lucro como móviles de sus horrendos crímenes. El porqué de sus actos es un secreto que se llevó a la tumba.

jueves, junio 22, 2006

Peter Kürten, "El vampiro de Düsseldorf"


El temible "vampiro de Düsseldolf" está considerado como uno de los más sanguinarios asesinos en serie de todos los tiempos por los expertos criminólogos y psicólogos que han seguido su caso de cerca.


Nació en 1883 en Colonia (Alemania) en una familia tan pobre como numerosa (era el tercero de trece hermanos), y todos habitaban bajo pésimas condiciones en un espacio muy reducido y un ambiente familiar deplorable. Su padre, en el paro, era alcohólico y de muy mal carácter, pegaba frecuentemente a su mujer e hijos.


Cuando sólo contaba con ocho años, Peter hace una primera tentativa de fuga y se escapa de casa harto de los malos tratos...


Cuando su familia se traslada a Düsserdolf en 1884, se evade de nuevo y comienza a vivir como un vagabundo, de pequeños hurtos, dando muestras a tan temprana edad de instintos criminales: disfruta estrangulando ardillas y maltratando a los perros callejeros que se cruzaban en su camino, así como a otros animales para ver correr su sangre, cometiendo además actos zoofílicos con ovejas a las que degollaba una vez alcanzado el orgasmo. En una ocasión trata incluso de violar a una de sus hermanas más jóvenes.


La primera condena la cumpliría en 1897 por robo, y así muchos más actos delincuentes que lo obligan a pasar cerca de veinte años entre rejas.


En 1913 comete su primer crimen sexual: viola y degüella salvajemente a Christine Kelin, una niña de 13 años.


Años más tarde, cuando él mismo contaba con cuarenta, su vida parece dar un giro y contrae matrimonio con una mujer de buena familia. Cambia de aspecto vistiendo con mucha elegancia y sencillez, se peinaba con brillantina (producto casi desconocido en Alemania en aquella época), usaba gafas, lucía un recortado bigote, e incluso usaba polvos faciales.


Como la mayoría de los sádicos sexuales, Kürten parece llevar una vida normal como cualquier buen esposo. Trabajaba como conductor de camiones, y su mujer jamás sospechó que tras un hombre tan educado y atento como su marido podría esconderse el autor de crímenes tan sangrientos.


Entre 1925 y 1930 se suceden en la pequeña localidad alemana una serie de crímenes que estremecen y sensibilizan a toda la población, similar a la que padeció Londres en tiempos de otro conocido asesino: Jack el Destripador.


A pesar de que la policía alemana contaba con métodos muy por encima de los que disponía Scotland Yard en 1888, tardaron varios años en tener alguna pista del misterioso criminal a quién terminaron apodando unos "El Vampiro de Düsserdolf" y otros "El rey del crimen sexual".


Kürten tiene por costumbre el beber la sangre de sus víctimas y de matar animales cuando tiene sed. A veces se divierte incendiando las casas abandonadas, esperando ver arder algún vagabundo que durmiese en su interior. De hecho, a su tercera víctima, una niña de nueve años llamada Rose Ohliger, la rocía de gasolina y le prende fuego para complacerse viéndola arder en una terrible agonía.


La policía, viendo por momentos su autoridad y reputación comprometidos, lleva a cabo continuas redadas y abundantes controles rutinarios a la busca y captura del feroz asesino. Incluso algunos grupos de delincuentes y bandas callejeras se unen a la "caza" del vampiro con tanto interés por detener la ola de crímenes como las mismas fuerzas de seguridad.


Hasta la fecha, se le inculpaban nada menos que ocho terribles asesinatos y catorce asaltos. Afortunadamente para todos, cometió un grave error en 1930 que le costaría su detención. Tras un atentado criminal fallido contra María Butlier, la mujer logra escapar y proporcionar una detallada descripción de Kürten.


Al mismo tiempo, éste se asusta al leer la prensa y ver su retrato robot en la portada de los periódicos, por lo que confiesa la totalidad de los crímenes a su esposa mientras charlaban, quitándole importancia a los hechos como si se tratase de simples travesuras infantiles. La señora en un principio se desmaya de la impresión, pero finalmente, asustada y asqueada pone las declaraciones de su marido en conocimiento de la policía. (quien tuvo que poner en libertad a algún detenido que coincidía con la descripción del verdadero asesino).


Durante el juicio, se dedicó a escribir cartas a los padres de las víctimas en las que se disculpaba de una manera muy peculiar: alegando que él necesitaba beber la sangre lo mismo que otras personas necesitan beber el alcohol...


(Pese a que no disculpe en absoluto sus crímenes, lo cierto es que sí padecía de "hematodipsia", una patología que consiste en obsesión compulsiva por consumir sangre, bajo implicaciones sexuales.)


Finalmente tras una hora y media de deliberación, el jurado pronunció su veredicto de culpabilidad para Peter Kürten, quién fue sentenciado a nueve penas de muerte. ( ¡Según las leyes de la época, era posible condenar a más de una pena de muerte!). Hasta el último minuto se creyó que iba a recurrir al veredicto para tratar de librarse de ser decapitado, pero el asesino no apeló y guardó la calma hasta el día de la ejecución con calma absoluta. Tan sólo se manifestó para pedir una última voluntad, y era que cuando lo decapitase el verdugo, le dejasen escuchar durante unos minutos cómo su propia sangre goteaba en el suelo...


El 2 de julio de 1931, a las seis de la mañana, en el patio de la prisión de Klügelpüts (Colonia), se cumplía su deseo.

martes, junio 20, 2006

Uso morfo-biologico de la capacidad cerebral

Aqui el Dr. Lecter desde Mexico un rato saltándome el tema de los mayores asesinos en serie para tratar de explicar brevemente un tema muy interesante para mi.

Ayer discutia con un colega neurólogo sobre ¿cuál es la real capacidad de uso del cerebro del ser humano? Tomando en cuenta la complejidad del sistema nervioso central de los seres humanos, mucho se ha hablado sobre el limitado uso que este le da a su organo cerebral.

En muchos medios se escucha la afirmación de que el ser humano usa solamente un diez por ciento de la capacidad de su cerebro, y que supuestamente si se llegara a utilizar el cien por ciento se tendrían poderes asombrosos.

Este dato es en realidad un mito que puede haberse originado en un error de interpretación. Los especialistas en neurobiología tienden a coincidir en que el ser humano sí usa la mayor parte de su cerebro. Se cree que el mito alrededor de este dato se originó con una cita errónea atribuída a Albert Einstein o a una malinterpretación de las investigaciones del fisiólogo francés Pierre Flourens, del siglo XIX.

Flourens trabajó investigando la forma en la que la información era organizada en el cerebro, uno de los primeros en esta área de estudio. Tratando de encontrar evidencia de la localización de la memoria en ratas de laboratorio, descubrió que el cerebro de estos roedores podían recuperarse de daños menores, pues otras partes del órgano asumían las tareas de las partes dañadas.

Probablemente se llegó a la conclusión de que muchas partes del cerebro no eran utilizadas, puesto que podía recibir daño sin grandes consecuencias. Sin embargo, también es cierto que pequeños daños en áreas específicas del cerebro humano pueden tener serios efectos en el comportamiento o en las habilidades. Lo que Flourens descubrió más correctamente es que algunas partes del cerebro pueden aprender a efectuar las tareas de áreas dañadas.

Recientes estudios han mostrado que niños que sufren de hidrocefalia (agua en el cerebro) pueden llegar a tener una vida normal. Al ser estudiadas personas se descubrió que, aunque la mayor parte de su cerebro estuviera dañado, las partes sanas asumían los procesos necesarios para la actividad diaria del individuo.

Hay evidencia de que si no se practican actividades mentales y capacidades, tiende a atrofiarse igual que un músculo. También es cierto que por medio de la práctica se pueden desarrollar muchas habilidades mentales, pues es un órgano que se puede desarrollar por medio del ejercicio. Aparentemente es posible desarrollar más algunas habilidades dependiendo de la edad.

Sin embargo eso no significa que la persona promedio use sólo una décima parte de su cerebro, y tampoco que pueda llegarse a tener, como muchos afirman, capacidades telepáticas o telequinéticas, que por otra parte no se ha podido demostrar que existan.

lunes, junio 19, 2006

Manuel Delgado Villegas, “El Arropiero”

Nacido en 1943, analfabeto, de escasas luces, hijo de un vendedor de dulces de higo y propenso a enfadarse cuando le brotaban pelillos en el centro del labio superior, porque ello borraba el parecido que creía tener con Cantinflas. Violador bisexual con antecedentes penales; sádico, con ocho muertes probadas, otras catorce investigadas y veintiséis más confesadas por él mismo.


El Arropiero fue detenido a comienzos de 1971 en el Puerto de Santa María por estrangular a su novia, que apareció con los leotardos anudados al cuello. Los policías se encontraron ante un necrófilo, ya que Delgado reconoció que tuvo relaciones sexuales varias veces con el cadáver. Tras la detención empezó a desgranar una secuencia de crímenes terribles perpetrados durante varios años de vagabundeo.


Es el mayor asesino de la historia de la criminología española. Manuel Delgado Villegas "El Arropiero" se declaró autor de cuarenta y ocho muertes. Nunca fue juzgado, ya que se le ingresó en el Psiquiátrico de Carabanchel. Murió hace unos pocos años, ya en libertad, tras beneficiarse de la nueva legislación penal. Nacía a la vida cuando su madre la perdía por traerle al mundo. Era una fría mañana de 1943. El hambre y la miseria de la posguerra inundaban España. Su padre, un honrado trabajador, se ganaba la vida fabricando y vendiendo golosinas caseras hechas con arrope, un líquido dulzón, negruzco y espeso que se hace con higos. De ahí el alias del Arropiero que luego heredaría su tristemente famoso hijo. Al fallecer su esposa dejó la criatura al cuidado de la abuela y marchó a vivir al Puerto de Santa María, donde posteriormente se volvería a casar.


Manuel se crió con varios parientes diferentes, que le propinaban frecuentemente palizas que le curtieron el cuerpo y endurecieron el corazón. Acudió a la escuela, pero fue incapaz de aprender a leer y escribir. Era bisexual, mostraba un carácter bastante violento y la promiscuidad empezó a ser su norma de vida. Empezó a gozar de gran estima entre homosexuales y prostitutas, y logró a vivir a su costa. Su "éxito" se debía a que padecía anaspermatismo, es decir, ausencia de eyaculación, por lo que era capaz de practicar repetidos coitos en busca de un orgasmo que no conseguía alcanzar.


A los dieciocho años ingresó en la Legión, donde además de iniciarse en el consumo de marihuana, motivo por el que fue sometido a una cura de desintoxicación, comenzó a padecer ataques epilépticos -nunca se supo si fingidos o no- que le sirvió para ser declarado no apto para el servicio militar. A partir de entonces se dedica a recorrer la costa mediterránea ejerciendo la mendicidad, robando en las casas de campo y prostituyéndose. Es detenido en numerosas ocasiones por "la gandula", la famosa ley de vagos y maleantes, más tarde denominada de peligrosidad social. Jamás llegó a ingresar en prisión, dado que las convulsiones neurológicas que escenificaba lo conducían a establecimientos psiquiátricos de los que rápidamente salía.


Contaba 20 años de edad cuando el Arropiero emprende su carrera criminal. Era 1964, hasta entonces los delitos no habían pasado de proxenetismo y paso clandestino de fronteras. Al día siguiente de año nuevo, paseando por la playa de Llorac, en Garraf, localidad de Barcelona, "se le cruzaron los cables".


"Vi un hombre dormido apoyado en un muro. Me acerqué a él muy despacio y, con una gruesa piedra que cogí cerca del muro, le di en la cabeza. Cuando vi que estaba muerto, le robé la cartera y el reloj que llevaba en la muñeca. ¡No tenía casi nada y el reloj era malo!".


Siete años tardó la justicia en demostrar su culpabilidad, pese a que el cadáver fue descubierto a los diecinueve días del crimen. La víctima, un cocinero, había acudido a la playa desde la ciudad condal para recoger un par de saquitos de arena para la cocina y se recostó a dormir una pequeña siesta de la que jamás despertó. Tres años después de este asesinato volvió a las andadas, ahora en Ibiza.



Poseía el cromosoma XYY, llamado de Lombroso o de la criminalidad.


En un chalet deshabitado de Cam Plana, a cinco kilómetros de la capital, abandonaba el cadáver desnudo de una estudiante francesa que ese día cumplía 21 años. La muchacha había acudido al lugar con un norteamericano y, tras ingerir varias dosis de LSD, éste intentó mantener relaciones sexuales, pero ella se opuso tenazmente. El yanqui, desanimado, abandonó la casa dejando la puerta abierta. La casualidad hizo que el Arropiero le viera salir y, pensando que era un ladrón, intentó imitarle, encontrándose con la hermosa joven dormida. Esta tampoco despertaría.


Las andanzas del "vagabundo de la muerte" continuaban y en un viaje relámpago a la capital de España asesinaba de un golpe de karate al inventor del slogan "Chinchon, anís, plaza y mesón". El cadáver apareció en un recodo del río Tajuña sin pantalones ni calcetines. "Lo maté porque le vi en compañía de una niña a la que trató de violar" fue su excusa.


La siguiente víctima, un millonario vicioso. Se trataba de un barcelonés que contrataba regularmente sus servicios por el precio de 300 pesetas la sesión. Se encontraban en la tienda de muebles propiedad de este industrial, escenario habitual de sus reuniones, cuando Manuel le solicitó mil pesetas argumentando que tenía una necesidad urgente. El cliente prometió dárselas al final, pero, concluido el acto, le pagó las 300 de rigor. "Por eso le pegué en el cuello con el canto de la mano y cayó al suelo. Cuando le estaba quitando la cartera se despertó y empezó a insultarme ¡él a mí!, por lo que agarré un sillón, le arranqué una pata y le di con ella en la cabeza". Después lo remató estrangulándolo. Le partió el cuello.


No había terminado aún el año 1969 cuando cometió su acto criminal más execrable. Asaltó a una señora de 68 años, propinándole un fuerte golpe. Después la arrojó desde una altura de 10 metros, descendió en su búsqueda y arrastró el cuerpo ensangrentado hasta el interior de un túnel, donde sació su degenerado instinto sexual mientras lentamente la estrangulaba. Horrible acto de necrofilia que volvió a repetir durante las tres noches siguientes.


En septiembre de 1970 decidió trasladarse a vivir al puerto de Santa María con su padre, para ayudarle en la fabricación de arropías y vender golosinas en un carrito por las calles. Pronto hizo amistad con un homosexual, con el que mantuvo secretas relaciones.


"Fuimos a dar un paseo en moto y cuando íbamos a salir a la carretera general, me acarició. Le dije que se estuviera quieto, pero no me hizo caso. Enfadado, paré y le di un golpe en el cuello, despacio, pero era tan flojo que se cayó y se rompió las gafas. No respiraba bien y me dijo que lo llevara al fresco, junto al río. Allí intentó otra vez tocarme y, sin pensarlo, le solté un golpe más fuerte y cayó al fango, boca abajo e inmóvil". El cadáver fue localizado flotando a 12 kilómetros del lugar del crimen.


Durante su estancia en la localidad costera entabló relación con una subnormal, muy conocida por su desmesurada afición a los hombres. Llegó a presentarla a su padre como su novia. "Salimos a dar un paseo y por una veredas fuimos al campo de Galvecito; hacíamos el amor siempre en él sin que nadie nos viera. Lo hicimos, como siempre, de muchas formas, pero me pidió una cosa que me daba asco. Cuando me negué a ello me insultó y me dijo que no era hombre, pues otros se lo habían hecho". La infeliz no se apercibía de que estaba firmando su sentencia de muerte. "Entonces le pegué un golpe, y como no se callaba y me seguía insultando, le puse al cuello los leotardos que se había quitado y apreté hasta que se murió".


Cuando terminó escondió el cuerpo entre unos matorrales y regresó al pueblo. "Volví a estar con ella el lunes, el martes y el miércoles, y hubiera vuelto hoy si no me hubieran detenido. ¡Estaba tan guapa!, ¡La quería tanto! ¿No era mi novia?, ¿Entonces no podía hacer el amor con ella lo mismo que antes?" Fue su argumentación al ser detenido por agentes de la Brigada de Investigación Criminal, el 8 de enero de 1971.


De los cuarenta y ocho asesinatos que se atribuyó -especificó que estuvo a punto de matar a seis personas más para satisfacer su apetito sexual- durante sus siniestras andanzas por Francia, Italia y España, sólo se llegaron a probar ocho, debido a su extrema complejidad, que hubiera precisado la colaboración policial a nivel europeo. Faltaron acusaciones particulares, había pocos testigos. No se llegó a celebrar la vista oral, sino que con base en la Ley de Enjuiciamiento Criminal se emitió un auto de sobreseimiento libre, por el que quedó archivada la causa y se ordenaba su internamiento en un centro psiquiátrico penitenciario. El de Carabanchel fue su destino, hasta el cierre del mismo hace una década.


En dicho establecimiento fue examinado por expertos psiquiatras de numerosos países y determinaron que se trataba de un peligrosísimo psicópata, a causa de ser poseedor del cromosoma XYY, denominado de Lombroso o de la criminalidad. Los especialistas que estudiaron su caso coincidían en que no se le podía poner en libertad porque "es un criminal nato, un asesino que puede hacer mucho daño siempre, mientras viva". Por su alteración genética carecía de conciencia, de sentido de la culpabilidad, de remordimientos; creía que era normal, incluso cuando asesinaba. Cortocircuitados los sentimientos, lo hacía con la mayor tranquilidad: ni parpadeo, ni aceleración cardiaca, ni gota de sudor.


Describió con la mayor frialdad posible cómo en Roma mató a su patrona porque se había encaprichado de él y, como era demasiado gorda, no podía abrazarla. En París se encaprichó de una joven que pertenecía a una banda de atracadores; como éstos se negaron a admitirlo en el grupo, acribilló a los cuatro con la metralleta de uno de ellos. En la capital francesa, antes de ser expulsado del país por indocumentado, mató a otra chica por chivata, estrangulándola lentamente.


Prosiguió sus correrías por la Costa Azul, asesinando a una dama de unos 40 años que le llevó a su lujoso chalet; ella se empeñó en que durmiera abundante y él, contrariado, le machacó la cabeza con una piedra.


Le robó el dinero y las alhajas. Igual que haría con un hombre que, al verlo dormido en la playa, se ofreció a que lo hiciera en su casa; tras invitarle a cenar, intentó mantener relaciones sexuales con él. Un apretado cable alrededor del cuello del anfitrión puso fin a su "generosidad". Curiosamente "el estrangulador del Puerto" aportó un dato que ayudó a la INTERPOL a cargarle la autoría del crimen. Recordó que, al mantener contacto íntimo con su víctima, se quedó dentro del recto de ésta el vendaje que le cubría el dedo con el que le penetró. El informe del forense establecía que, efectivamente, al hacerle la autopsia se habían encontrado unas gasas en tal lugar.


Durante las dos décadas largas de internamiento fue sometido a tratamientos por diversos expertos. A consecuencia de ello jamás volvió a mostrarse violento con otros enfermos. "En ocasiones ocurre que algún interno se mete con él llamándole estrangulador y, sin violentarse, enseguida me llama y viene a presentar la queja oportuna". Declaraba uno de los jefes del centro de Carabanchel.


Bajito y de extraordinaria fortaleza. Un sujeto enigmático y agresivo, de mente retorcida, sin escrúpulos, en cuyo diccionario no entraban las palabras perdón, piedad o remordimiento, y que alardeaba de sus hazañas delictivas. Se pasaba el día musitando: "Necesito que alguien se acuerde de mí".

Con el paso de los años en el psiquiátrico, su aspecto externo tornó, pese a ser un cuarentón, en el de un anciano de cabello oscuro encanecido, ralo y enmarañado, barba hirsuta, rostro ajado y diabólico, ojos azules como el mar, fríos como el hielo y penetrantes como el acero. Pero su actitud cambió. "No he matado a nadie", susurraba a quien quería escucharle. Como si hubiera olvidado el casi medio centenar de asesinatos de los que alardeaba, describiéndolos con todo detalle en los interrogatorios policiales. Decía que quería curarse, trataba de recuperar la libertad.


Tras el cierre del madrileño psiquiátrico penitenciario de Carabanchel prosiguió su internamiento judicial en el sanatorio alicantino de Foncalen. Con la entrada en vigor del nuevo Código Penal fue puesto en libertad, falleció al poco tiempo debido a su desmedida adicción al tabaco, desarrolló una EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) que acabó con su vida el 2 de febrero de 1998

sábado, junio 17, 2006

Luis Alfredo Garavito Cubillos: El asesino y violador de niños




El 30 de octubre de 1999, el colombiano llamado Luis Alfredo Garavito Cubillos confesó haber matado a 142 niños de los cuales sólo se han encontrado los restos de 114. Los cadáveres mutilados de las víctimas se descubrieron en una zona de 60 poblaciones de unas 11 provincias colombianas. La mayoría de los cuerpos fueron decapitados, apuñalados, atados y violados brutalmente.

Las autoridades no tienen una cifra definitiva pero se cree que pudieron llegar a ser 182 los asesinados. El perfil de las víctimas era claro, eran todos niños varones de edades comprendidas entre 6 y 16 años, pobres y con rasgos físicos similares; delgados, rostro bonito y cabello castaño.


Durante la confesión de más de cuatro horas delante del juez y del psicólogo, Garavito mostró un cuaderno donde tenía su propia estadística. En las páginas había 140 líneas, cada una de ellas pertenecía a un niño asesinado.


Pero las investigaciones a nivel nacional de los asesinatos no empiezan hasta que en 1997 se encuentran 36 cadáveres en descomposición cerca del término de la ciudad de Pereira. Las autoridades, confundidas por tanta barbarie no llegaron a una conclusión definitiva y dejaron abiertas barias hipótesis, desde sectas satánicas, tráfico de órganos, prostitución infantil o un asesino en serie.


El 23 de junio de 1998 aparecieron 3 cadáveres en Génova. Durante la investigación y por casualidad se supo que en otra zona del país se había enviado una orden de captura contra Luis Alfredo Garavito Cubillos por la violación y muerte de un niño a quien le habían cortado la cabeza y cercenado el pene, que luego le introdujeron en la boca.


Más tarde, en el mismo año se descubrieron 12 osamentas de niños a las afueras de Villavicencio, uno de los niños fue decapitado. Días más tarde, se encontraron nuevos cuerpos, pertenecían a nueve niños de edades comprendidas entre 7 y 16 años.


El 22 de Abril de 1999 en la plaza Centauros, en Villavicencio, Luis Alfredo Garavito Cubillos se dirigió a John Iván y cuando estuvo lo suficientemente cerca, le mostró un cuchillo obligándolo a subir con él a un taxi. Siguiendo sus órdenes el niño hizo el trayecto en taxi sin abrir la boca hasta las afueras de la ciudad. Llegaron a un lugar despoblado y solitario donde nadie pudiera escuchar los gritos del chico. Seguidamente, y cuando el asesino se aseguró tras una alambrada, obligó a John a quitarse la ropa, lo ató, lo hizo caminar hasta que el cansancio se apoderó de él. Fue entonces cuando intentó violarlo y en ese preciso momento se le desató el nudo del pañuelo que cubría su boca y empezó a gritar, era la única forma de salvar su vida. Oiga hijoeputa que está haciendo, un niño que escuchó los gritos de John se acercó para socorrerlo. Garavito, al ser descubierto desató a John para ir a esconderse en el bosque pero éste consiguió escapar, los dos niños corrieron y consiguieron huir de uno de los asesinos más calculadores de la historia.


La ayuda de John Iván fue clave para la detención de Luis Alfredo Garavito.


Gavarito era el mayor de siete hermanos. A su padre lo batió en varias ocasiones y fue violado por dos vecinos. Llegó a convertirse en alcohólico, y estuvo en tratamiento por sus constantes depresiones y tendencias suicidas. Aseguró que la mayoría de los asesinatos que cometió, lo hizo en estado de embriagadez. Trabajó como vendedor ambulante de estampillas e iconos religiosos, conocido por todos como “Goofy”, “el loco” y el “el sacerdote”. De esta manera, ganó la confianza de sus víctimas en las calles, ofreciéndoles bebidas y dinero.


Las autoridades detuvieron previamente a un tal Pedro Pablo Ramírez (otro de nuestros asesinos en serie que puedes leer en nuestra web), de 29 de los asesinatos. Todavía está por esclarecer este dato puesto que no se sabe con certeza si Ramirez y Garavito eran la misma persona.


De diciembre el 31 de 1998, el policía colombiano arrestó Ramirez en la conexión con el asesinato de 29 niños. Los cuerpos de los niños - muchas partes del cuerpo y muestras que falta de la demostración de la tortura - fueron encontrados en dos sepulcros totalmente separados. El primer sepulcro, encontrado el 12 de noviembre, fue descubierto cuando un muchacho que caminaba por un césped, vio un cráneo en los arbustos. Las autoridades que cavaron, encontraron varios esqueletos incompletos y 13 cráneos. El segundo descubrimiento fue una semana más tarde en un río situado bajo una carretera de la ciudad. Los investigadores han ligado a Ramirez, quién había estado previamente en la prisión, por lo menos a tres matanzas en Pereira y posiblemente otras tres en una ciudad próxima de Armenia.

jueves, junio 15, 2006

Ted Bundy - "El asesino de la carretera"

Ted Bundy, el más famoso de los asesinos en serie fue ejecutado el 24 de enero de 1989 en Florida por tres asesinatos, pero se le atribuyen una veintena de otros crímenes en Estados Unidos y veintiocho en Canadá, donde se le conoce como el asesino de la carretera.


Nació en 1946, hijo de una joven chica soltera que provenía de una familia puritana. Es rechazado por ella durante los primeros aqos de su vida por ser hijo ilegítimo, y trata de disimular a su hijo, considerado como una vergüenza para la familia, tratándolo como si fuese su hermano.


Bundy se crió en casa de su abuelo, un hombre violento que pegaba a su mujer.


Las secuelas de estos rechazos en la infancia, serían visibles en la adolescencia, por su caracter sumamente tímido e infantil y su tendencia a la soledad.


Comienza a aislarse de sus compañeros de juego y adopta un cruel y extraqo comportamiento hacia cuanto le rodea, por ejemplo, mutilando los animales que atrapa.


Más tarde cursa estudios de derecho y colabora en un partido político trabajando activamente en las campañas. Pero en esa etapa de su vida, decepcionado por una sociedad en la que no encaja, comienza su etapa como asesino en serie.


El primero de sus crímenes tendría lugar en Washington en 1974, cuando ataca a una mujer mientras dormía golpeándola con una barra de hierro. Apenas un mes más tarde asesina a una joven en el mismo campus universitario, llevándose el cuerpo lejos de allí, pero deja la habitación llena de sangre.


En todos sus crímenes adoptaba un mismo ritual: seguía a la víctima por las calles, luego la estrangulaba y la golpeaba en su propia casa. A veces la secuestraba para llevarla a un lugar más seguro. Una vez muerta la sodomizaba con el miembro o con el objeto que tenía a mano mientras mordía su cuerpo.


Bundy podría considerarse un ejemplo claro de lo que es un asesino en serie psicópata. No solo por haber sufrido una infancia traumática, sino que además su aspecto inspiraba siempre confianza a las víctimas.


Si bien al principio cometía sus crímenes por la noche guardandose de un posible testigo que pudiese identificarlo ante un tribunal, poco a poco se iría confiando y abordaria a las futuras víctimas por el día. Apoyado en su atractivo y su carismática personalidad, se paseaba por los supermercados pidiendo ayuda a mujeres jóvenes para conducir su coche Wolkswagen, fingiendo que tenía un brazo roto y sin que estas sospechasen lo más mínimo que hablaban con su futuro asesino.


Tras sus primeros crímenes, Bundy comienza a viajar por una buena parte del pais: Washington, Utah, Colorado y Florida, dejando a su paso una serie de crímenes y secuestros.


Es arrestado una primera vez el 16 de agosto de 1974 en Utah tras ser identificado por una mujer que meses antes había intentado secuestrar. Se le condena a cumplir una pena de prisión en Colorado, pero logra escaparse antes de ser encerrado y desaparece durante más de dos meses.


Dos meses que le servirían para seguir cometiendo espeluznantes crímenes, esta vez tres jóvenes entre las cuales una tan solo contaba con 12 años.


Es nuevamente detenido en Florida. En el juicio, el mismo se defendería en tanto que abogado, apoyado por un grupo de jovenes ´fans´ que reclamaban su inocencia ante las puertas del Juzgado.


A pesar de todo, la prueba irrefutable que lo culpó, la aportaría un odontólogo forense, tras comparar las marcas de unos mordiscos en uno de los cadáveres con los dientes de Bundy.


Evidentemente ambos moldes coincidian. Después de seis horas de deliberación, el jurado lo condenaría al corredor de la muerte por 14 homicidios de primer grado...


Tenía una fijación especial por asesinar a mujeres jóvenes de pelo oscuro y largo, que le recordaban a su ex novia, la cual lo había rechazado unos años atrás. Pero las jovenes víctimas vendrían a representar del mismo modo a su madre, por haberlo abandonado de pequeño. El asesino confesaría personalmente a los psiquiatras: Toda la rabia que he estado desahogando con las mujeres que mate, estaba dirigida contra mi madre.


Se puede considerar como una mezcla entre asesino organizado y desorganizado. Podia mostrarse con una personalidad muy inmadura, dejar indicios en el lugar del crimen, o por lo contrario prepararlo cuidadosamente, seleccionar a las víctimas y dejar pocas huellas.


Él mismo se consideraba un adicto al crimen, y aunque aseguraba que podría dejar de matar en cuanto se lo propusiese, no dejó de hacerlo hasta su detención. Aseguraba no haber matado a 14 mujeres, sino a más de 20.


Los múltiples test psiquiátricos realizados evaluarían una personalidad propia de esquizofrénico: Cambios de humor muy repentinos, impulsivo, sin emociones, afán de protagonismo, ataques de histeria, doble personalidad, inestabilidad emocional, rechazo a la sociedad, ansiedad, depresión, complejo de inferioridad, inmadurez, mentiras que termina por creerse el mismo, obsesivo, egocéntrico, falsa realidad adaptada por el mismo, manía persecutoria...

martes, junio 13, 2006

Ayuda

Se perdio nuestra querida asistente doméstica. Se llama María Segunda Piguave Perlaza, le decimos chachita.Tiene algo asi como 28 años cumplidos ayer. ¡Por favor, ayúdennos a encontrarla! Es casi como mi perrito firulais, parte de nuestra familia.

He aqui la foto de nuestra querida chachita.


Nacio en Manabí, pero dice ser de El Guabo. La ultima vez fue vista en las calles de los ceibos, a la altura del Riocentro, caminando semidesnuda en ropa ensangrentada, quizas producto de autolesiones, con absurdos delirios de que la hemos torturado, que le pasamos la caca de firulais en la trompa, que le machacamos las tetas con un playo, o que me lo orine encima. Necesita sus pastillitas para estar bien.

Es facil reconocerla, lleva una cadena rota colgada de su cuello, una placa con su nombre y la direccion de nuestra casa, y un bonito bozal plateado que le regalamos en su cumpleaños.

Por favor, si la ven llamen al telefono 2-691060 y pregunten por la familia Ayala. O al celular 095435170. Se ofrece gran recompensa. Por favor, ella esta enfermita de la cabeza, es muy devota de narcisa de jesús y por eso notarán en su cuerpo marcas de latigazos, clavos, quemadas, y sus genitales destrozados, por que jesus murio virgen y ella prefirió no pecar.

Se les agradece cualquier informacion. Mas que una empleada, era parte de nosotros. La familia está destrozada y muy preocupada.

Att. Unos esposos preocupados.

lunes, junio 12, 2006

Albert De Salvo - "El estrangulador de Boston"

Entre el 14 de junio de 1962 y el 4 de enero de 1964, se cometieron trece asesinatos por estrangulamiento en la ciudad de Boston. Las víctimas, todas mujeres, casi siempre mostraban haber sido violadas reiteradamente.


Seis de ellas tenían entre 55 y 75 años. Las otras cinco tenían entre 19 y 23. Además, existen otras dos víctimas de 85 y 69 años de edad, pero no se ha podido demostrar que haya sido el mismo asesino.


La primera de una larga serie de víctimas fue Anna Slesers, de 55 años. Fue hallada por su hijo, estrangulada con el cordón de su bata. Su vagina mostraba evidencias de un ataque sexual con un objeto desconocido. Su apartamento mostraba indicios de haber sido saqueado... o más bien como si el agresor se hubiese esforzado en hacer que la escena pareciese de un robo...


A las dos semanas fue asesinada Nina Nichols, de 68 años. La mujer había sido estrangulada con sus medias y tenía síntomas de haber sido asaltada sexualmente. El lugar del crimen presentaba un aspecto similar al de la primera víctima: cada cajón estaba revuelto y todas las cosas esparcidas por el suelo a modo de robo, pero la Policía encontró varios dólares y algunos objetos de valor en el suelo, que el "ladrón" no se había molestado en llevar.


Ese mismo día, a unos treinta kilómetros, Helen Blake, de 65 años, encontró una muerte similar.


Su apartamento también había sido "saqueado".


La policía hizo sonar la alarma advirtiendo a todas las mujeres en el área de Boston a cerrar con llave todas sus puertas y ser extremadamente cautas con los extraños, mientras se daba comienzo a una dura investigación.


Los detectives bostonianos comenzaron a interrogar a todos los hombres con antecedentes en el ámbito sexual: exhibicionistas, violadores, agresores, mirones... lo que buscaban era una persona con trastornos mentales, posiblemente con un complejo de Edipo o que odiase a su madre (o a su mujer), y que por sus agresiones a hembras de edad considerada tratase de borrar la imagen de esa madre temida.


Mientras la investigación se llevaba a cabo, siguieron apareciendo más cadáveres, todos ellos estrangulados y con salvajes muestras de violación. Pero no todas las víctimas eran mujeres blancas de edad avanzada. Las siguientes víctimas eran estudiantes de 20 y 30 años, entre las cuales también se hallaba una chica de color. En esta ocasión, el asesino dejó restos de semen en una alfombra cerca del cuerpo, y una vecina afirmó haber visto un hombre extraño en el edificio, que describió así: de unos 30 años, estatura media, pelo ondulado, chaqueta oscura y pantalón verde oscuro de trabajo.


No mucho después, la policía encontró un nuevo cadáver con 22 puñaladas, además del estrangulamiento típico, pero no mostraba signos de violación. El cuchillo de la agresión fue hallado en la cocina.


Los meses pasaban y la policía de Boston comenzaba a desesperarse. El asesino no dejaba pistas considerables para poder atraparle, y las mujeres seguían abriendo las puertas de sus casas a desconocidos a pesar de las advertencias de los agentes.


El Fiscal General de Boston, incluso acudió a Peter Hurkos, un famoso vidente, en 1961, para pedir su colaboración en la búsqueda del estrangulador de Boston.


Para cuando Hurkos se unió a la policía, "el estrangulador" ya se había cobrado 11 de sus 13 víctimas.


La policía entregó al "detective psíquico" las medias y pañuelos –con doble nudo- que "El estrangulador" utilizaba para asesinar a sus víctimas, con los que llegaba a acostarse toda la noche para "impregnarse de su energía". Además facilitaron a Hurkos más de 300 fotografias de las víctimas y el lugar de los crímenes. En honor a la verdad debemos reconocer que Hurkos consiguió sorprender a los agentes, al facilitar datos concretos sobre algunos de los crímenes, que no se habían filtrado a la prensa ni –teóricamente- Hurkos podía conocer. De hecho Hurkos tocaba las fotografías por el reverso, y era capaz de describir las escenas que recogían sin verlas. Más aún, llegó a identificar una foto que no tenía relación con el caso, y que la policía había colocado entre las demás para sondear la autenticidad o falsedad de sus poderes. Así que, tras ganarse la confianza de los investigadores, no les faltó tiempo para proceder a una detención cuando el vidente apuntó a un fetichista, Thomas O´Brian, como el presunto homicida múltiple... No deja de ser interesante, desde el punto de vista criminológico, que la policía se decida a ejecutar una detención basada en el testimonio de un vidente... Esto es relativamente compresible si analizamos en detalle el informe de Hurkos sobre O`Brian (en realidad un nombre falso facilitado por la policía para proteger la identidad del detenido).


Es cierto que los datos aportados por Hurkos sobre Thomas O´Brian resultaron absolutamente precisos. Lamentablemente no se trataba del asesino. Al menos no para la policía de Boston.


Un día, una mujer alertó a la policía que patrullaba por una de las calles de Boston. Un hombre acababa de entrar en su casa y al ver que su marido también se encontraba allí, había huido corriendo. La descripción coincidía con el hombre que buscaban, y al poco tiempo Albert DeSalvo, El Estrangulador de Boston, fue detenido.


DeSalvo era un hombre de 29 años, casado, con dos hijos, que trabajaba como empleado en una fábrica de caucho. Nació en Chelsea, Massachusetts, el 3 de septiembre de 1931. Sus padres, Frank y Charlotte tenían otros cinco hijos. Su padre era un hombre muy agresivo que regularmente pegaba a su esposa y niños. Pronto Albert se convirtió en un pequeño delincuente, y fu arrestado más de una vez.


Su madre volvió a casarse y prefirió dejar al joven delincuente de lado para no tener problemas en su nueva relación.


Cuando cumplió la mayoría de edad, Albert se alistó en el ejército, y en Alemania conoció a su esposa, Irmgard Beck, una mujer atractiva de una familia respetable. Cuando tuvieron su primer hijo, la mujer tuvo tantos problemas en el parto que le aterraban las relaciones sexuales, cosa que enojaba a DeSalvo, cuyo apetito sexual era anormalmente voraz y solicitaba sexo muchas veces al día.


Confesó que no recordaba haber cometido ningún crimen, que sólo recordaba como iba a trabajar y volvía rápidamente a casa para jugar con sus hijos antes de que fueran a dormir. Además, se sentía muy disgustado por los crímenes que le contaba la policía.


Un psiquiatra que colaboraba con la policía, James A. Brussels, llegó a hablar de personalidad múltiple, para luego determinar que era muy extraño que DeSalvo, si tenía personalidad múltiple, no las mostrase en el curso de los exámenes psiquiátricos. Concluyó que en su caso, la causa de perturbación que le llevaba a olvidar lo que había hecho anteriormente era sin duda debido a una esquizofrenia. No un desdoblamiento, pero sí una ruptura de la personalidad.


DeSalvo fue considerado demente, pero fue condenado a cadena perpetua en 1966.


En el psiquiátrico penitenciario murió apuñalado por un compañero de celda en 1973

sábado, junio 10, 2006

John Wayne Gacy


Nació en Chicago, el 17 de marzo de 1942. Hijo de John Stanley y Marion Gacy. Fue un niño frecuentemente golpeado por su padre alcohólico. De niño sufrió una herida en la cabeza que tiempo después le causaría constantes desmayos.


Parecía un hombre ejemplar, trabajó como gerente en un restaurante de Iowa, hasta que en 1968 es arrestado por haber sodomizado a un joven empleado y haberle pagado para que no testificara. Sin embargo, el muchacho terminó por denunciar a su agresor, lo que posteriormente incitaría a Gacy a hundirse en una locura asesina y contrata a otro muchacho al que asesina para vengarse del anterior.


Cuando al poco tiempo se descubre su primer crimen, Gacy es condenado a diez años de cárcel, pero por buen comportamiento sólo es retenido tres. Cuando sale en libertad el 18 de julio de 1970, se encuentra con que su esposa ha pedido el divorcio y Gacy se traslada a Illinois.


El 10. de junio de 1972 se casa con Carole Hoff. Trata de ganar popularidad entre los vecinos involucrándose en la política y en obras benéficas para su comunidad, como organizar fiestas de vecinos o disfrazarse de payaso para visitar a los niños en los hospitales y fiestas.


Al mismo tiempo que comete crimen tras crimen, su éxito y popularidad crecen cada vez más en los negocios y entre sus vecinos. Intimo amigo del alcalde, se convierte en un dinámico activista de la comunidad, contratista independiente, exitoso y líder en la Cámara Menor de Comercio, llega a ser elegido por una revista: "Hombre del año".


Era un hombre con necesidad casi obsesiva de controlar y dominar. Muy inteligente, contaba con un alto cociente intelectual y grandes dotes de manipulación gracias a su habilidad verbal. El experto en "serial killers", Robert Ressler, lo comparaba con una araña que va tejiendo la red sin que las víctimas se den cuenta, hasta que ya demasiado tarde se ven atrapadas y sin posibilidad de escapar.

Rondaba por las zonas de encuentros homosexuales en busca de víctimas. A veces les atraía a su casa y una vez allí les ofrecía alcohol y drogas, luego les ponía películas pornográficas. Cuando la víctima estaba inconsciente la ataba con esposas y cuerdas y la asaltaba sexualmente.


Cuando su segunda esposa lo abandona, el hombre se inicia en una serie de asesinatos a un ritmo de aproximadamente una víctima al mes. Sus víctimas eran todos varones en edad de nueve a veintisiete años. Muchos fueron atraídos por promesas de trabajos en la construcción, luego les ofrecía licores y cuando estaban ebrios los ataba a una silla. Tras violarlos, los mataba y los enterraba bajo su casa.


Mostraba un avanzado grado de sadismo, con frecuencia metía a los jóvenes maniatados en la bañera con una bolsa de plástico en la cabeza. Una vez que el joven estaba casi ahogado lo revivía para infligirle diversas torturas.


Como muchos asesinos en serie, Gacy creía que era invencible, porque nunca iban a sospechar de él. Se volvió más osado y arrogante. No sólo recogía a jóvenes de las zonas de homosexuales, sino que a veces incluso los recogía de la calle y se los llevaba directamente a casa sin preocuparse de lo que los vecinos podrían pensar ni decir.


En 1977 una víctima que sobrevivió a las agresiones informó a la policía sobre Gacy, diciendo que éste había tratado de matarlo, pero no le hicieron mucho caso. A finales de 1978, la madre de uno de los chicos desaparecidos dijo a la policía que unas horas antes de su desaparición, el chico le había telefoneado para decirle que un tal John Gacy le había ofrecido un trabajo; entonces, más alarmada, la policía inició una investigación.

El 13 de diciembre de 1978, la policía consiguió una orden de cateo para la casa de Gacy. Al penetrar en ella, los agentes sintieron un hedor insoportable que invadía todas las habitaciones. Los investigadores siguieron el olor hasta una especie de sótano bajo la casa en dónde hallaron tres cuerpos en estado de descomposición y una caja con cosas inusitadas: marihuana, un anillo de preparatoria con las iniciales J.A.S., siete películas pornográficas hechas en Suiza, pastillas de Valium, una navaja, fotografías de droguerías y farmacias, libros eróticos, unas esposas con llaves, una pistola italiana de 6 mm con cartuchos servibles y ropa muy pequeña para ser de Gacy. Fue arrestado inmediatamente


En el momento de su detención, John Wayne Gacy contaba con treinta y seis años. Su aspecto era agradable: bajo, gordito y con un gracioso bigote negro. Más que un peligroso asesino múltiple parecía un honrado hombre de negocios preocupado por el bienestar de la comunidad… quién se iba a imaginar que este simpático hombrecillo fuera asesino confeso de treinta y tres jóvenes.


Las víctimas de Gacy que habían sobrevivido se presentaron en la prisión e identificaron al agresor, quien confesó entonces haber torturado sexualmente y asesinado a más de treinta jóvenes.


En días posteriores a la detención, buscando otras víctimas, los investigadores incluso procedieron a levantar y cavar en el suelo, encontrándose más cuerpos enterrados entre la grava a poca profundidad y recubiertos con cal viva para acelerar la descomposición. En total se hallaron otros veinticinco cuerpos enterrados en el sótano de la casa y cinco más en un río cercano.


A la pregunta de por qué rebajaba así a sus víctimas respondió que no eran más que unos "despreciables mariquitas", unos inútiles vagabundos, mientras él era un próspero hombre de negocios que no disponía de muchas horas libres. Declaró que una relación sexual esporádica con estos jóvenes le quitaba menos tiempo que mantener una relación seria con alguna mujer.


En el juicio que se celebró en 1988, sus abogados alegaron inocencia por enajenación y que su cliente era inimputable por padecer un serio trastorno de personalidad, como Jekill y Hide.


La parte acusadora dijo entonces que en sus crímenes había un seguimiento de la víctima y premeditación, además de que el acusado era consciente de diferenciar el bien del mal, por lo tanto era imputable por ser responsable de sus actos. Gacy conservaba en todo momento su faceta asesina, incluso cuando actuaba como Pogo para los niños, simplemente ocultaba esa parte de su vida al exterior.


Tras seis semanas de juicio, el jurado lo declaró culpable y fue sentenciado a 21 cadenas perpetuas y 12 penas de muerte.


Gacy negó su culpa alternadamente mientras cumplía su larga condena. En la cárcel consiguió reconocimiento como pintor naïf. Sus cuadros, de temática circense llegaron a alcanzar precios muy elevados en el mercado (300,000 dólares). Finalmente fue ejecutado en 1994.

miércoles, junio 07, 2006

BELLE GUNNES - La Viuda Negra


Nació en 1859 en Trondhjem, Noruega, en dónde vivió hasta el año 1883, en el cual se va a Chicago, y se casa al poco tiempo.


Ocho años después de la boda, en 1900, muere su marido, Max Sorensen, dejándole en herencia la bonita suma de 100 dólares del seguro, además de la suma conseguida por la venta de la granja en dónde residían. Con esa honorable cantidad, Belle se agencia una pensión, con tan mala suerte que se incendia al poco tiempo, dejando a la ´pobre´ viuda con el único consuelo de la póliza de seguros que había tomado la precaución de contratar.


Lejos de mostrar resentimiento alguno, con una iniciativa digna de admiración, invierte todo el dinero en una pastelería, negocio próspero... hasta que de nuevo el fuego lo consume en una sola noche.


Como la compañía aseguradora estaba sospechando que los incendios fuesen provocados, la viuda cambia de aires y decide instalarse en el Este. Se va a Indiana, en dónde se casa por segunda vez con el hombre que le cedería su apellido: Peter Gunness.



Como no es de extrañar en los matrimonios dónde anda de por medio una ´viuda negra´, Peter no vivió mucho tiempo después de casado. Sufrió un extraño contratiempo al resbalar ´accidentalmente´ en un estanque y propinarse un golpe mortal en la cabeza. La viuda Gunness no pudo sino disfrutar del dinero del seguro de su marido.


Después de ésta ´tragedia´ y cansada de estafar las aseguradoras con los incendios, decide probar otros métodos para conseguir dinero fácilmente, como poner anuncios en la sección de contactos de los periódicos. El matrimonio sí que podía llegar a ser dinero fácil, ya lo había comprobado...


´Viuda rica, atractiva, joven, propietaria de una granja, desea entrar en contacto con caballero acomodado de gustos cultivados con el objeto de contraer matrimonio´.


A este anuncio contestaron cantidad de pretendientes, y finalmente, entre la gran variedad de cartas que recibió en respuesta, seleccionó algunos que le parecieron más adecuados. Les envió a cada uno una carta idéntica en tono abiertamente comercial describiéndole sus posesiones:


´Su respuesta me ha llenado de alegría, pues tengo la seguridad de que es el hombre ideal para mí. Estoy convencida de que sabrá hacer que tanto yo como mis niños seamos felices, y que puedo confiarle cuanto poseo en este mundo. Pero voy a ser sincera con usted y le describiré mi situación actual. No debe haber engaños ni disimulos por cualquiera de las dos partes. En la granja hay setenta y cinco acres de tierra y la cosecha es muy variada. Todo esto ya está casi pagado. Tengo tres hijos pequeños, dos niñas y un niño. Perdí a mi esposo en un accidente hace cinco años... y he descubierto que ocuparme de la granja y cuidar de los niños queda más allá de mis fuerzas. Mi idea es encontrar un compañero a quién pueda confiárselo todo... He decidido que cada candidato que ha merecido mi consideración favorable debe hacer un depósito satisfactorio en efectivo o acciones.


Creo que es la mejor forma de mantener alejados a los timadores que siempre andan buscando una oportunidad de ganar dinero fácil. Valgo un mínimo de 20.000 dólares, y si usted puede traer consigo la suma de 5.000 dólares para demostrar que se toma el asunto en serio, hablaremos del futuro.´


No se sabe a ciencia cierta cuantos hombres respondieron a las cartas y llamaron a la puerta de Belle, aunque se estiman más de catorce, pero lo que sí es seguro es que ninguno de ellos vivió para contarlo.


Este juego mortal iba de maravilla para la viuda Gunness, hasta que un descuido acabó con todo. A pesar de que trataba de elegir siempre aquellos candidatos que no tuviesen amigos íntimos o familia, cuando contactó con Andrew Holdgren no se dio cuenta que éste tenía un hermano, por encima, muy curioso...


Habían pasado varios meses desde que Andrew se había marchado hacia Indiana, y como éste todavía no había dado señales de vida su hermano decidió escribir una carta a Belle, la ´prometida´, pidiéndole alguna noticia. En respuesta obtuvo una carta desesperada de la mujer:


´Haría cualquier cosa por encontrarle. Salió de mi casa un día de enero y daba la impresión de ser muy feliz, pero no he vuelto a verle desde entonces... iría hasta el fin del mundo para reunirme con él...´


El 28 de abril de 1908 la mala suerte llamó de nuevo a la puerta de la mujer. Un gran fuego hizo arder la granja hasta los cimientos... y el misterio de todo es que ella no vivió para contarlo.


Cuando llegó la policía encontró cuatro cuerpos calcinados: el mayor fue identificado como perteneciente a Belle, y los tres pequeños, a sus hijos.


Un mes después comparecía ante un jurado por cuatro cargos de asesinato e incendio premeditado Roy Lamphere, uno de los amantes de Belle, y empleado ocasional en las tareas de la granja. Finalmente sólo fue acusado por el incendio, y pasó 21 años en prisión.


Mientras, los investigadores continuaron su tarea en la granja. A los pocos días hallaron el cuerpo desmembrado de Andrew Holdgren envuelto en una tela más nueve cadáveres más, todos ellos despedazados y envueltos en sus respectivas telas.


Lo cierto es que los crímenes aportaron numerosos quebraderos de cabeza a las autoridades. Nunca pudieron desvelar el enigma de los crímenes... ¿Quién era el verdadero asesino, Belle Gunness o Roy Lamphere? ¿Estaba realmente muerta la viuda o había escapado al incendio?.


Por si esas dudas fuesen poco, la policía cometió un grave error por el que fue criticada durante mucho tiempo: en una ocasión detuvieron erróneamente a dos mujeres inocentes en un tren, creyendo que eran Belle y su madre.


Años más tarde, mientras miles de curiosos seguían visitando la granja como si de un espectáculo morboso se tratase, el amante de Belle acusado de incendio confesó los crímenes de la viuda y cómo él mismo le había ayudado a ocultar varios cadáveres. También reveló que el cuerpo calcinado que creían que correspondía al de Belle Gunness, en realidad no pertenecía a ella, sino al de una vagabunda que había sido atraída a la granja.


No obstante, hoy en día gracias a la medicina y a la antropología forense sí se sabe a ciencia cierta que el cadáver pertenecía a Belle. Pero entonces, ¿Por qué habría mentido el hombre? ¿Qué otras mentiras habrá contado a la policía? ¿Realmente provocó el acusado el terrible incendio?, ¿Para que? ¿Lo habrá provocado Belle Gunness para suicidarse dentro o querría haber hecho una tentativa de fraude a una compañía para cobrar otro seguro?... quien sabe...