LA CULTURA Y El ORIGEN DE LA MENTE HUMANA
Después de la lectura de una comunicación en el Simposio celebrado recientemente en Madrid sobre Mente y Cerebro (procesos sensoriales), tuve la oportunidad de discutir con Patrick Churchland, y con otros distinguidos profesores de este campo, sobre el papel que la cultura podría haber jugado en el desarrollo del cerebro y la mente, durante el llamado "período crítico" de la transición del Australopithecus al homo sapiens.
Para apoyar mi postura, me referí a la teoría del conocido antropólogo Clifford Geertz, que piensa que los datos que tenemos sobre la expansión del cerebro en este intervalo de tiempo son muy difíciles de reconciliar con la teoría del "período crítico". Esta teoría afirma que la cultura y la consciencia se deben a la expansión del cerebro. De acuerdo con ella, la consciencia y la cultura serían epifenómenos, es decir, eventos que acompañan otros eventos sin eficacia causal, fenómenos que se causan pero no pueden operar como causas. Este era el postulado de causalidad central mantenido por el positivismo. En oposición a esto, Geertz mantenía que el tiempo transcurrido desde que aparecieron los Australopithecines, hasta el momento en que surgió el homo sapiens, era demasiado corto para que el tamaño del cerebro se triplicase por selección natural. En su opinión, la mediación de una cultura rudimentaria aceleró este proceso. El Australopithecus, decía Geertz, era un tipo de "hombre" extraño que evidentemente era capaz de adquirir algunos elementos rudimentarios de la cultura -fabricación de herramientas simples, caza esporádica y quizás algún sistema de comunicación más avanzado que el de los primates contemporáneos y menos avanzado que el del discurso recia- pero no otros. De hecho, dado que el cerebro del homo sapiens es más o menos tres veces más grande que el del Australopithecines, la mayor parte de la expansión cortical humana ha seguido, no precedido, el //principio' de la cultura: una circunstancia más bien inexplicable si se considera la capacidad para la cultura como un resultado de un incremento previo del tamaño del cerebro. Este estado de cosas arrojó serias dudas sobre la viabilidad de la teoría del "período crítico". Quizás era mucho más correcto pensar en la estructura de nuestro cerebro como un resultado de la cultura que pensar en hombres anatómicamente igual a nosotros descubriendo la cultura poco a poco.
Sea como fuere, en el curso de la discusión tuve la impresión de que la visión aceptada por la mayoría de los neurocientíficos presentes en el simposio era que la actividad mental es básicamente un proceso intracerebral. No es extraño que pensasen así, porque para ser coherente con un concepto clásico de ciencia tenían que objetivizar la mente, y ponerla bajo la regla de causalidad. Considero esta actitud un gran error. Como ha afirmado Geertz:
"La mente humana es totalmente dependiente de recursos culturales parca su funcionamiento; v esos recursos son consecuentemente, no complementos de, sino constituyentes de, la actividad mental ... la cultura humana es un ingrediente no suplementario al pensamiento humano".
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