miércoles, febrero 22, 2006

El psicopata y el neurotico

Para el neurótico es prevalente la dimensión del deseo en detrimento del goce de la satisfacción pulsional que, en las neurosis, queda sujeta más fuertemente a la eficacia de la represión y otras vicisitudes pulsionales. Visto desde otra de sus caras es equivalente a afirmar que el goce neurótico siempre implica un alto grado de sufrimiento: la satisfacción pulsional termina produciéndose por vías indirectas y sobre todo a través de la satisfacción del síntoma como retorno de lo reprimido. En la perversión, por el contrario, es prevalente la vía del goce y el deseo mismo se convierte en voluntad de goce. La satisfacción pulsional se obtiene por vías más perentorias, la llamada impulsividad del psicópata. jjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbb Pero podríamos destacar también un contraste sobre el eje de la demanda. La modalidad neurótica conduce al sujeto a ubicarse en dependencia de la demanda del Otro. Al neurótico le gusta hacerse demandar y usa sus recursos para que el otro le pida, le ruegue, le sugiera, le ordene..., todas diferentes formas de la demanda con las que espera sobre todo obtener el reconocimiento del Otro. El psicópata, por el contrario, demanda, impone formas sutiles de exigencia, incita al otro a la acción. También podríamos marcar el contraste en las modalidades del acto y comparar la seguridad, labilidad y rapidez del psicópata, con el predominio del pensamiento, de la duda, de la indecisión, la vacilación neurótica, sobre todo con la duda obsesiva que determina una pobreza en la acción ya que conduce una y otra vez a su postergación o bien a una realización torpe que marca un fuerte contraste con la abundancia, la habilidad y la seguridad del psicópata en sus acciones. Pero sobre todo conviene desplegar la comparación entre una y otra modalidad subjetiva en el eje de la angustia y el goce. Es sobre este eje que Lacan hace jugar la distinción, en el interior de la estructura perversa, entre el sádico y el masoquista. El sádico que aparentemente persigue provocar la angustia en el otro pero, en realidad, inconscientemente busca producir el goce del Otro. El masoquista que aparentemente tiene el propósito de suscitar el goce del otro pero, sin embargo, inconscientemente lo que busca es angustiar al Otro. Deberíamos ubicar al psicópata del lado de la modalidad sádica para compararlo con el neurótico. En las neurosis encontramos de una manera privilegiada el despliegue de las diversas formas de angustia. No tenemos que olvidar que correspondió a Freud la originalidad de introducir la angustia en el campo de la psicopatología: y esto vale tanto para la semiología de la angustia, es decir, los diversos grupos sintomáticos a través de los cuales se descarga, como para la nosología, es decir, las diferentes categorías clínicas caracterizadas por distintas formas de angustia. Y también para su teoría. Hoy puede parecernos extraño ya que, después de Freud, no podríamos concebir el campo de la psicopatología sin la angustia. Sin embargo, antes de Freud, la clínica psiquiátrica prescindió totalmente de esta dimensión esencial de la subjetividad moderna. Si Freud pudo darle ese lugar decisivo a la angustia es porque inventó el psicoanálisis a partir de las neurosis y es allí, en el campo de las neurosis, donde en primer término investigó y reconoció sus diferentes formas: la angustia de las neurosis de angustia, la angustia en la histeria y en la obsesión, y la angustia de las fobias o, como Freud prefería llamarlas hacia el final de su obra, histeria de angustia. La angustia es consustancial con la subjetividad neurótica en contraste con su casi ausencia o bajo nivel en el psicópata que sólo se angustia en sus momentos de crisis, es decir, en que fracasan sus mecanismos psicopáticos Momentos breves, por lo general, transición hacia la recuperación de su equilibrio psicopático. En cuanto a Lacan, si mantiene el eje freudiano que articula neurosis con angustia, es porque, sobre todo el neurótico, se angustia ante el deseo del Otro. Por eso la angustia que Freud caracterizó como señal de un peligro, Lacan llega a definirla como la percepción misma, en el sujeto, del deseo del Otro. Y esto es así porque, ante ese deseo, el neurótico se niega a servir de instrumento del goce del otro, su posición es de rechazo a ponerse al servicio del goce del otro. El psicópata, él, no se angustia pero no le ahorra esa experiencia a su partener. Por el contrario, es muy activo para enfrentar y sumir al otro en la experiencia de la angustia. Actividad del psicópata que apunta a un objetivo bien preciso: el intento de impelir a su pareja a acceder al goce, de llevarla más allá de las barreras de la inhibición y la represión. No al goce buscado y reconocido por el neurótico, sino al goce prohibido de la satisfacción de sus pulsiones reprimidas.

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